FUENTE: REVISTA CHILENA
DE LITERATURA
UNIVERSIDAD DE CHILE
PARTE I – extracto por INGRID ODGERS
En el mercado del libro chileno, con un promedio de
aproximadamente 3500 títulos anuales reales , de los cuales entre 12 y 14% son
autoediciones (la mayoría de poesía), ocupan un lugar preponderante en la
producción e importación cinco o seis filiales de grandes conglomerados
transnacionales, de holdings que son producto de compras y fusiones realizadas
en las últimas décadas, nos referimos al grupo alemán bertelsman que adquirió la propiedad de varias
editoriales españolas, europeas y argentinas, y está presente en Chile a través
de Random House Mondadori; al grupo Hachette Livre de Francia (que participa en la propiedad de
Salvat), al grupo Océano que trae a Salamandra y a Gedisa; el Grupo Planeta a través de
Planeta Chile y, en el campo educativo, el grupo Prisa, a través de Santillana.
En general, son filiales que operan con autonomía local pero con un férreo
control financiero por parte de la casa matriz, lo que se traduce en altas
exigencias de rentabilidad anual. Como todas las industrias culturales, la del
libro se encuentra en la encrucijada de la difícil y compleja relación entre el
mercado y la cultura, en tiempos en que el mercado y las gerencias comerciales
no le dan importancia a la función cultural y social que la industria implica.
Una de las
consecuencias de este modelo es que las filiales de las trasnacionales están por
lo general restringidas al ámbito nacional, obligadas a privilegiar textos que
sean “sandías caladas”, también a tener una fuerte presencia en otras
instancias de la cadena del libro, como la distribución, las ferias y el
mercadeo. Resultado de este modelo es la balcanización que se observa en la
industria y consumo de libros en América Latina, en circunstancias de que las
nuevas tecnologías permitirían –como nunca antes– un mercado latinoamericano
transfronterizo, una circulación que tuviese como destinatario al público
lector hispano hablante de todo el continente. Salvo excepciones, las novedades
que se editan en los distintos países no circulan en el espacio hispanoamericano.
Esta balcanización contrasta con la creciente globalización de los autores más
significativos de la literatura latinoamericana contemporánea, como es el caso
de Roberto Bolaño, que nace en Chile, se forja en México y triunfa desde
España. También del peruano Santiago Roncagliolo. Incluso algunos autores
caribeños biculturales como el dominicano Junot Díaz y el cubano Oscar Hijuelos
escriben en inglés, la lingua franca de la globalización.
Forman también parte del paisaje editorial 45 editoriales
independientes asociadas. Forman también parte del paisaje editorial 45
editoriales independientes asociadas en una agrupación con el mismo nombre,
editoriales que publican entre 20 y 90 títulos anuales; se trata, entre otras,
de las editoriales LOM, Cuarto Propio, RIL, Pehuén, Uqbar, Ceibo y Tajamar. Son
editoriales que se arriesgan publicando géneros y temas que no abordan las
editoriales transnacionales, nos referimos a la poesía, al ensayo, a temas
étnicos, a la ficción de autores desconocidos, a temas de derechos humanos y
memoria, teoría crítica, historia no oficial, testimonios, reediciones y
propuestas feministas. Editoriales algunas de poca capacidad económica, que a
menudo deben entrar en coediciones o recibir algún aporte, empresas que tienen
grandes dificultades para cancelar los derechos de autor, pero que sin embargo
juegan un rol significativo en la difusión de la creatividad y del pensamiento
que se produce en el país, contribuyendo así a la bibliodiversidad. Hay también
unas pocas editoriales nacionales del espectro comercial o de mayor trayectoria
en el tiempo (estamos pensando en Catalonia y Zig zag) o subvencionadas por
Universidades (Editorial UDP), editoriales que aunque no forman parte de la agrupación de Editores
Independientes, también contribuyen por su catálogo y por sus novedades a la
bibliodiversidad. Completan el paisaje editorial unas 45 microeditoriales
instaladas en los últimos años, a mi juicio un signo auspicioso. Son microeditoriales
porque publican entre 1 y 15 títulos anuales, y en ocasiones ninguno. Son
autogestionadas por colectivos de jóvenes que no sobrepasan los 35 años,
jóvenes tanto de Santiago como de provincias (difieren La industria del libro y el paisaje editorial 265 en ello del resto de las editoriales que
funcionan solo desde la capital). Varias de estas microeditoriales son posibles
gracias a una paradójica combinación entre manualidad artesanal y nuevas tecnologías. Algunas
apuestan a que el día de mañana una imprenta láser será una máquina autosuficiente, de uso
personal, con costura de pliegos incluida. Son microeditoriales que alimentan
su “alternativismo” privilegiando la expresividad estética y social, situándose
en las antípodas de la concepción comercial del libro, tal como lo indican
algunos de sus nombres legales: Nutrición para el alma; Simplemente Editores;
La polla literaria; Rabiosamente Independientes; Sangría, Chancacazo, Cuneta y
pantalón Corto.
Producto de las nuevas tecnologías y de las redes sociales
estos jóvenes paradójicamente se inclinan por el libro en soporte papel,
incluso por el libro objeto (es el caso, por ejemplo, de Editorial Quilombo),
de hecho casi todas ellas se han unido en una agrupación que se llama la Furia
del Libro. Respecto a los criterios editoriales, uno de estos editores señala que
“a diferencia de otras editoriales publicamos solo obras que nos apasiona
leer”; “nos moviliza la ética del hazlo tú mismo”, y no tener que pasar por “la
imprenta y por un viejo con los dedos cortados”. Las microeditoriales se abren
a la diversidad creativa y varias de sus publicaciones se han alzado con los
premios más importantes del país. Un fenómeno similar al de las
microeditoriales chilenas se está dando, entiendo, en países como Argentina,
Colombia y Perú. ¿Serán estas editoriales comercialmente viables en el tiempo?
¿Crecerán y dejarán por lo tanto de ser lo que son? ¿Conformarán tal vez una
red latinoamericana de microeditoriales?¿O desaparecerán quedando solo como un
recuerdo de juventud? Difícil saberlo, solo el tiempo lo dirá, en todo caso se
trata de un fenómeno auspicioso y esperanzador en un mercado pequeño y algo
deprimido, dominado por las transnacionales, y por una concepción predominantemente
mercantil del libro (cabe señalar, empero, que las grandes editoriales en
ocasiones también publican libros en que 3 se arriesgan. Recordemos que el grupo
Planeta –siendo editor Ricardo Sabines– incentivó –o más bien inventó– el mini boom de la hoy
casi olvidada nueva narrativa chilena). Un tema que se discute es el alto
precio del libro tanto nacional como importado; se argumenta que Chile es uno de los pocos países
en que el libro paga un IVA de 19%, uno de los más altos del mundo. Se vincula
también el alto precio de los libros al crecimiento exponencial de la industria
de la fotocopia, sobre todo en las universidades. La carestía también se
debería al desequilibrio en el comercio internacional, particularmente entre España
y Latinoamérica. En el año 2004, por ejemplo, según datos del CERLAL, España exportó
a América Latina 236 millones de dólares en libros mientras que solo importó de
la región 7,5 millones de dólares . Ello se traduce en que nos encontramos con
obras como 2666 de Roberto Bolaño que cuesta en Argentina, donde se la edita
con derechos solo para ese país, 23 dólares, mientras en Madrid cuesta 44
dólares y en Santiago 50, la explicación
es que a Chile se la trajo desde España. Más que de contenidos exitosos, el
negocio de los grandes grupos está siendo cada vez más de orden logístico, de
saber 5 cómo y cuándo colocar las fichas
en los diferentes países de América Latina (la Saga de Harry Potter fue un ejemplo).
En la industria del libro, sin embargo, no hay unanimidad
–sobre todo entre los grandes editores–
sobre el tema del precio, hay quienes argumentan que se trata solo de un
problema de prioridades, pues en conciertos de Marc Anthony, de Justin Bieber y
de Shakira o en partidos internacionales de fútbol se ven largas colas con
jóvenes y adultos de todos los sectores sociales pagando por una entrada un
valor bastante más alto que el costo promedio de un libro. La mayoría (editores
independientes y microeditoriales) coinciden empero en señalar que la rebaja
del IVA sería una medida de importancia, que incidiría en el precio y en la
valoración social del libro.
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