Por Mío Araujo
Conservando
los cuidados que demanda el ritual de leer, preparo el café. Dejo la pista de
humo hacia mi escritorio y al abrir el texto de Polizzi, salen eyectados versos
de todos los colores, de diversas hojas, pétalos, cortezas. Una fauna de
plurales especies camina, se desliza, ondula vuela y en la oficina el perfume
del café inicia una danza ancestral con la fragancia a tierra recién bañada, a
higos maduros y geranios dormidos:
Busco afanoso un no sé qué
para plantar en el jardín
entre la higuera y los geranios.
El
libro de Polizzi nos invita a leer primero una poesía cargada de jardín. El
palto, el geranio, la tierra el gusano, el pájaro la pueblan y nos ofrecen sus
sonidos y oficios. El cuadro temático en su lírica es amplio. Aborda los temas
del amor y la muerte de una forma sutil, delicada en un portavoz masculino que
se sabe de bien, tal como lo manifiesta en Autorretrato:
Soy el hombre fantástico
el que comulga los domingos
se peina, usa ternos y
comparte con el prójimo.
El
tema de la muerte se circunscribe a la reverencia de los antepasados, al
reconocimiento de la identidad que se forja en la herencia y en los propios
afanes de vivir, como se deja ver en Fascinación:
Yo me aferro a mis muertos
los recuerdo
los veo
y mi propia vida
da pasos al pasado
al volver por sus caminos.
De
igual manera, enmarca en el aspecto metafísico del concepto de la vida más allá
de la existencia presente como lo hace en La
Ciudad de Los Muertos cuando dice: “¿Será
que los muertos olvidan sus vivos?” y en Preguntas:
¿Cuál es el
lenguaje de los muertos?
¿Cuál es la
razón de su silencio?
¿Dónde se
abastecen de paciencia?
¿Estarán
compartiendo mis dolores?
¿Entenderán
ahora que están muertos?
El grito de lucha que el poeta lleva
siempre en su garganta, como lo hiciera Martí o Pérez Bonalde. La poesía es el
vaso que contendrá su testimonio, su querella contra la injusticia, tal como lo
dijese el argentino José María Memet: “yo
creo que mientras subsistan las condiciones de explotación, miseria e
injusticia, no solamente en nuestro país, sino también en otros países, sobre
todo del tercer mundo, yo creo que un poeta no puede desligarse de eso.”
Polizzi honra su estampa de poeta genuino al hacerse parte del mundo que lo
rodea. Bastaría leer Presagio para
atisbar su preocupación sobre el destino de su tierra, Asilo Poético, versos que desgranan su indignación frente a los
vejámenes de los cuales su patria ha sido objeto.
El manejo del lenguaje se entreteje
entre símbolos y metáforas bien logradas. La serpiente encabritada en Presagio, anuncia oscuros porvenires. La
presencia del árbol, la tierra, da cuentas de una poesía arraigada a los
orígenes de su autor, señala el amor del escritor por el lugar que lo vio
nacer. Y me quedo con el manejo alegórico del encuentro carnal bajo una lluvia
de granos de trigo que nos entrega en Madreselva,
poema que acopia, a mi parecer, todo el bagaje lírico de Parizzi:
El viento fue el cómplice
que levantó tu enagua
y desató los instintos
aquella tarde de flores amarillas
en las praderas junto al Andalién
y formamos la pira
donde se consumió hasta el río
y los peces gritaron demandando agua
En cama de hierbas y piedras
se entonaron nuestros himnos
huyeron asustados los zorzales
granos de trigo llovieron
sobre nuestros cuerpos
El viento fue
y ni tú ni yo
ni pensamiento alguno.
Nunca supe tu nombre
y te llamé Madreselva.
Ahora,
La Poesía y yo salimos al jardín a sentarnos en el sofá de mimbre. Nos servimos
una nueva taza de café para procurarnos el deleite de leer los Cuentos y
Relatos que el libro nos regala al final del día.
Poesía que aflora en la piel
ResponderEliminaren una tarde que el poeta
en su soliloquio
sembraba palabras silentes