PRÓLOGO
Por OMAR LARA
LA PARALELA SINUOSIDAD
Y LA PORFÍA
Los pasajeros se trasladan de un coche a otro, se
esconden unas veces y entre los asientos felpudos o maderos estiran la mano y
se acarician. O se escurren al coche comedor, por una puerta que se bambolea
como si hubiera viento o el tren se encabritara en infinitas curvas. El tren no
se detiene, los pasajeros no se detienen, gritan desde la ventana o amenazan
saltar desde las puertas totalmente expuestas.
La exaltación, la bravata y la estupefacción, la altanería,
la suave y modosa mansedumbre, el desafiante ritmo, el alerta silbido que
espanta a los animales del paso sin guarda-cruces, la voz en susurro insinuante
que ofrece bebidas y frutos de la zona, el grupo de exaltados que se desliza
hacia un carro solitario, mientras miran solapadamente hacia atrás, por si
alguien los sigue o algún ojo atento los descubrió en el gesto de huida u
ocultamiento.
El tren no se detiene, le guarda las espaldas a los
fugitivos y en el compás de su música sorda escabulle, insinúa y dispara su
sentido ritual.
Los pasajeros tampoco se detienen. Hay semblantes
ásperos y curtidos en esto del viaje, son los cansados de viajar (sucede que me
canso de viajar); los hay cancheros y sabelotodos, dulces y estrellados,
amargos y sabios en su amargura, los hay intensamente perturbadores, oscuramente
lúcidos, no faltan los que quieren parecer canallas o corderos con piel de lobo.
O tal vez sean los mismos. La velocidad, que es el ritmo, que lo es todo,
esclarece los designios y señala la ruta. De lo que no hay duda es que cada
uno, cada una, pagó su boleto y viaja impecablemente según las leyes de un tren
que no se dejaría engatusar por polizontes o trogloditas. Este tren ganó su
derecho a circular por todas las líneas del país.
Es la poesía y la narrativa del Bio-Bío. Un volumen
de alto vuelo, aunque la acción transcurra entre las estaciones, en un viaje de
recuperación, de emocionada recuperación de un espacio que nos fue
vergonzosamente escamoteado, como tantos otros, pero que el empecinamiento de
la palabra se obstina en rescatar y vivir otra vez y otra vez, para siempre.
Las leyes de la geometría nos dicen que las líneas
paralelas no se juntarán jamás. Algo ocurre aquí que rompe esa regla o la modifica:
las voces que se escucharon en los carros de pasajeros entre Talcahuano y
Hualqui, entre Concepción y Coronel, al calor de un vaso pipeño, huevos duros o
pollos de amable escama, o la experiencia vitalizadora y ocurrente de los
talleres de Penco y Talcahuano están aquí, todo está aquí y algo más, porque
ese algo de misterio permanece temblando sin que tengamos la desfachatez de
pretender disuadirlo de su sentido. Queden temblando, pues, las palabras queden
temblando, reunidas en el espacio virtuoso de un libro que seducirá a usted,
amable lectora, amable lector, con versos y relatos que seguirán su viaje, esta
vez en las líneas privadas de cada lectora, de cada lector.
Por último, lo primero: mi saludo de admiración y
gratitud a las escritoras que lideraron este bello proyecto.
Omar Lara
Concepción, Enero de 2017