La edición digital lleva años sumida en discusiones poco creíbles que calan en la sociedad y que provocan una visión alejada de la realidad
Alberto Vicente y Silvano Gozzer
El sector del libro está experimentando una serie de cambios que modificarán el panorama editorial español en pocos años. Las empresas se transformarán o, poco a poco, verán que el modelo de negocio actual no se adapta al nuevo escenario que impone la edición digital. No obstante, nuevas oportunidades están ya surgiendo de la mano de empresas tecnológicas y editoriales.
La edición digital lleva años sumida en discusiones tanto dentro como fuera del sector, muchas veces con argumentos que no son del todo creíbles pero que calan fácilmente en la sociedad y en el statu quo del sector. Exponemos algunos de los mitos más utilizados y que provocan un escaparate alejado de la realidad.
1. El libro digital matará a los libros impresos. Uno de los argumentos más utilizado sobre el avance de las nuevas tecnologías y el cambio de hábitos de los lectores es que el libro digital terminará acabando con el libro impreso. Optimistas tecnológicos, luditas sin reparos, románticos del papel, medios de comunicación, etc., todos ellos han promocionado esta idea, bien para defenderla o bien para atacarla, empobreciendo el debate.
Libros digitales o libros impresos no es la respuesta. Los soportes se irán adaptando a la demanda de los lectores. Y con ellos, los modelos de negocio. Si seguimos ese razonamiento los libros impresos existirán mientras los lectores los quieran y una editorial vea rentable producirlos. Todavía es muy pronto para vaticinar qué porcentajes de libros serán impresos y cuáles digitales. Lo único cierto es que cuando eso ocurra no nos daremos cuenta que está pasando, pues a los libros electrónicos habremos dejado de llamarlos así para llamarlos simplemente libros.
2. Los libros electrónicos deberían costar lo mismo que los impresos. Este argumento es apoyado por algunos editores, que pretenden establecer los precios de los libros digitales al mismo nivel que los libros impresos para no tener que cambiar su modelo de negocio actual. En un mercado incipiente, donde todo está por hacer, llevamos varios meses viendo intentos de establecimiento de precios o muy caros o muy baratos en relación a la edición impresa.
El problema es que en los libros físicos hay un modelo para establecer el precio por parte del editor en función de los costes de creación y producción, mientras que el formato digital exige un modelo más relacionado con el tipo de contenido y los hábitos de consumo (por suscripción, por descarga, en la nube, etc.). Por lo tanto, el reto es crear una estrategia de precios que sea independiente de la edición impresa, puesto que establecer un precio muy por encima de lo que está dispuesto a pagar el consumidor aleja la posibilidad de un encuentro entre oferta y demanda.
3. Los libros electrónicos no cuesta nada hacerlos y deberían ser gratis. Este argumento es esgrimido por los lectores que no están dispuestos a pagar nada por los libros electrónicos. Nada más lejos de la realidad. Un libro electrónico incluye gastos de autoría, traducción, corrección, diseño, marketing, promoción, comercialización, etc. Quizá el continente no vale nada pero el contenido sí tiene un precio. Demasiados años conviviendo con el modelo en papel ha provocado que el consumidor asocie el valor al continente y no al contenido. Es por eso que algunas editoriales que no dan valor a la versión electrónica (o comercializan ediciones con errores) solo contribuyen a agravar esta percepción.
4. Un libro electrónico no puede costar más de 3 euros. Podríamos llamarlo 'el argumento Amazon'. Incluir en el mismo saco todos los tipos de libros es un error. Los contenidos pueden ser de muchos tipos y representar cosas distintas para los lectores: entretenimiento, ayuda técnica, desarrollo profesional, etc. Todo esto condiciona lo que los lectores están dispuestos a pagar por un libro digital. En mercados más maduros, como el americano, los hay desde los de 3 € hasta los de 60 €. Es decir, los precios tienen más que ver con el uso del contenido o con el modelo de lectura que con el formato en sÍ mismo.
5. Los lectores no quieren pagar por los libros electrónicos. Dentro de UN concepto tan abstracto como "los lectores" habrá algunos que no estén dispuestos a pagar y otros que estarían dispuestos a pagar si existiera una oferta que cubriera sus necesidades: un producto de calidad, a un precio competitivo y con una experiencia de compra aceptable. Si el año pasado, con el modelo actual aún imperfecto, al menos 1.500 personas estuvieron dispuestas a pagar por alguno de los ebooks más vendidos, deberíamos asumir que en un mercado más maduro esta cantidad se multiplicará. Demandas insatisfechas están generando actividades extramercado y creando en los consumidores el hábito de acceder a los libros sin pagar. Cuanto más se tarde en establecer un mercado sano de libros electrónicos más difícil será establecer un precio por los contenidos.
6. La autoedición acabará con los editores. Este argumento es esgrimido por los que piensan que la tecnología puede suplir el trabajo del editor. La tecnología no convierte a nadie en editor. Como mucho, pone al alcance de la mano de cualquiera la posibilidad de hacer un libro y de publicarlo, pero el trabajo del editor va más allá. Editar también es seleccionar el contenido y adaptarlo a los requisitos de los lectores (edición, corrección, traducción diseño, etc.).
Si bien es cierto que los nuevos entornos sociales han hecho que la propia opinión de los usuarios sirva como filtro para seleccionar el contenido (es el caso de algunos autores autoeditados de éxito) en la mayor parte de los casos esto solo se aplica a cierto tipo de contenidos, ficción sobre todo. En general, como lectores aún confiamos y confiaremos en la validación que nos da un editor, en especial con el exceso de información que hay en la Red.
7. El DRM impide la piratería. De todos es sabido los problemas que acarrea el uso de algún tipo de DRM para el usuario, dificultando en muchas ocasiones la compra del mismo, sobre todo con el de Adobe. Pasó en la música y está pasando en los libros. El hecho de incorporar un DRM a los libros no impide la piratería, dado que es relativamente sencillo burlarlos. O innecesario, puesto que la mayoría de los libros que circulan por la red provienen de versiones escaneadas. Este argumento ha sido utilizado por autores y editores. Sin embargo, no tiene ninguna base, dado que la piratería no ha decrecido a pesar de su uso masivo.
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