EL
LUGAR DE LAS PIEDRAS ARDIENTES
ANDRES
CASTILLO
EDICIONES
ORLANDO 2022
PRÓLOGO
Por
Ingrid Odgers Toloza
La
narración es capital entre todas las formas de arte verbales porque constituye
el
fundamento
de tantas otras, a menudo incluso más abstractas.
Walter Ong
El libro tiene un protagonista
principal, Iranio y el escenario primero es un pueblo llamado Tulahuén [1]. De
la pluma del escritor recorremos los yacimientos de Ausonia, Pampa Unión, una
salitrera que existía al noreste de Antofagasta. Conoceremos al padre de
Iranio, llamado Federico, que es hijo de madre irlandesa, la madre de Iranio
era diaguita. Presenciamos la realidad de un pueblo campesino y pobre, donde la
miseria se incrementó durante la primera guerra mundial, al poco tiempo los
alemanes concibieron el salitre sintético para fabricar pólvora, cuando este
mercado se globalizó, el comercio del salitre natural sucumbió. Pampa Unión
había comenzado a cerrar todas sus operaciones salitreras. Todo acontece a
inicios del siglo XX, la época del Charleston. Iranio crece en la miseria y con
el apoyo de un sacerdote logra educarse y llegar a Superintendente de Minas más
tarde en la mina de carbón de Schwager, en Coronel, pero su infancia y
adolescencia se desenvuelve entre la pobreza, la falta total de afecto, la
violencia del entorno y el duro trabajo en las salitreras y luego en el carbón.
Es este un libro escrito con
claridad, un libro que ilumina, que abre puertas y a su vez senderos, es
posible salir de la pobreza con un estoicismo casi heroico, una serenidad que
nos deja perplejos, un trabajo duro, extenuante, y un deseo firme: trabajar,
trabajar, porque se es el sustento de la familia. No hay amor más grande que
este, lo refleja Andrés Castillo en su relato, a través del protagonista, tan
nítido como potente y esta percepción estremece fuertemente, y esta lucha se
adhiere al ser interior con la intensidad del relato, es imposible no
conmoverse.
Todos sabemos que la narración
contiene dos grandes niveles de desarrollo [2], el de los hechos (que
interiorizamos en referencia a los temas que circulan histórica y
cotidianamente) [3] y, el nivel de subjetividad.
Entonces se puede afirmar que
la acción de narrar algo, contar algo en forma escrita es inherente al ser
humano, es propio de hombres y mujeres y cada narración o escrito nace de lo
cotidiano, de las vivencias del escritor en sus propias interpretaciones según
como perciba o dilucide el objeto de su narración.
Precisamos que la narración es
ejercida tanto por el que cuenta como por el que la recibe, de esta forma se
transforma en una serie narrativa que trasciende tiempos, muda lo banal,
redibuja lo cotidiano, en definitiva, resignifica aquello que se mantiene en el
tiempo en la memoria, en la voz de las microhistorias humanas ofreciendo
sentidos dentro de lo inesperado. La
dura cotidianeidad el autor la refleja plenamente y conocer esta historia no
puede dejarnos indiferentes.
Creo haberlo dicho
anteriormente, respecto a la relevancia de las obras de Castillo Aguilera,
registran el patrimonio cultural inmaterial de la zona del carbón, cuando
decimos esto nos referimos a la producción humana misma, a la forma en que se
expresan individuos y se relacionan dentro de las sociedades, o a cómo los
grupos humanos se diferencian de otros. No creo que exista otro autor, en este
siglo XXI, que haya dejado impreso este rescate inmaterial del trabajo minero,
de la realidad cruda y verdadera con tanta visión, estudio y pasión para dejar
a las nuevas generaciones el legado, el tesoro de la memoria de un pueblo
esforzado, valiente y diligente en su trabajo diario, donde tantos hombres
forjaron su carácter y supieron salir adelante con el mismo empuje, la misma
fuerza con la que realizaban sus labores.
Esperamos que este libro pueda
llegar a la gran mayoría de chilenos y chilenas, como un valioso aporte a
nuestro patrimonio cultural.
Fragmento.
El pájaro chucao comenzó a
tronar en el bosque, canto, que sólo se le oía a intervalos, lejos del hábitat
del hombre. Era un canto sorprendente que Iranio no había escuchado nunca, pero
le atraía. Un canto profundo y
primitivo. Largo rato se quedó en vano intentando ver desde dónde provenía; de
entre los árboles o de los arbustos; y como no lo logró se sentó resignado en
un tronco escuchando el extraño sonido que le parecía provocar un trance.
¡Lástima que no sea capaz de
hablar con las aves o los animales como lo haces tú Michi! —le dijo Iranio.
¡Qué hermoso sería hablarle a
esa ave de canto misterioso; y peguntarle algo de lo cual ella quisiera hablar;
de su vida en el bosque; de sus amores; de sus hijos; de sus sueños o de sus
penas!!
Acordóse entonces de las veces
que dibujaba con un carbón toda suerte de aves en bosques sombríos, de gruesos
troncos enervados y gigantes. Ahora ya no necesitaba dibujar porque ante tal
incomprensible y verdadera belleza se emocionaba, y en aquel amanecer, cuando
observó salir el sol por detrás de la montaña, le ocurrió aquello que ya le
había sucedido. Los colores de la aurora y el canto infinito de avecillas que
despertaban al ritmo del firmamento; le hizo caer lágrimas de gozo, pero no ese
gozo de felicidad que genera un éxito repentino, sino un llanto de dicha,
incomprensión y dolor como si estuviese viendo al mismísimo dios, al verdadero.
Cuando Michi lo miró a los ojos, Iranio disimuló su llanto como si fuese
resultado de una risa, pero su fiel amigo guardó silencio hasta que las lágrimas
se evaporaron al son de la brisa mañanera, se volatizaron, como el vapor que
generaba la fuerza para el enganche de la locomotora.
Concepción, 28 de febrero de 2022
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