EDICIONES ORLANDO

EDICIONES ORLANDO
UNA EDITORIAL DIFERENTE

domingo, 17 de diciembre de 2017

Ensayo El fin de la Educación en Chile ¿Es el alumno o el conocimiento? de Simón Escalona Pino

  Actualmente los planes de estudios en nuestra educación pre básica, básica, media y universitaria, no están redefinidos por las áreas de la cultura y por las disciplinas que se necesitan a tono con lo que plantea la OCDE, en los distintos niveles de aprendizaje. En Chile no existen las condiciones legales para considerar nuevos y más significativos nombres a las disciplinas que se imparten. Un ejemplo lo constituyen las universidades, las que siguen sin visualizar lo que realizan los distintos países a nivel mundial, para diseñar planes de estudios que en países como el nuestro necesitan para renovarse, sin embargo, no lo plantean como una necesidad que se debiera manejar y es un sentimiento de inoperancia que nos aleja de las necesidades mundiales que se representan como necesaria para el prestigio de las universidades y para el país en general, cuyo norte es evaluarse con el baremo, diseñado por la OCDE.

                  Simón Escalona Pino

Libro de Poemas de la escritora Pilar Riveros-Nacimiento - Chile

EXORDIO
Oleajes de Pilar Riveros

Como notas musicales que marcan un compás, los versos de Pilar Riveros eligen un tema, sin que este sea adorno, sino más bien pautea, llenando de color y comprensión el mundo.
Tal vez como un garante, de mirada inmensa y oscilante, en ciertas líneas de horizonte íntimo, establece un estrecho contacto consigo misma y el otro que también se sabe “yo”, como bien cita ella misma en su poema “El cristal de Campoamor”, Nada es como parece…
Pilar Riveros, escribe motivos cambiantes, parecidos a un caleidoscopio, que se funde y separa a la vez, con un arte que produce cambio y sin embargo por dentro del lector une en una constante que va cerrando círculos.
Desarrolla su trabajo literario en este “Oleaje”, precisa y sin arrogancia.
“Hoy lo mismo de siempre”:
En el barco mar adentro/ vastedad de manos./ El siútico con el tenedor, caza moscas/ un traidor con el / cuchillo dispuesto a tu espalda/ el oportunista con la cuchara recoge los frutos.
Si bien es cierto “Oleajes” invita y propone, abriéndose a veces con furia y agresividad, otras heroicas en duelo de espantos, donde el grito de dolor, no lleva rencor, sino que busca salida, por sobre el clamor del alma, como una especie de reafirmación y fe en sí misma la autora, alarga su mano quieta, pero alerta, a cambio, nos deja señales entre queja, amor y llanto, verdades, que dibujan con humildad, ese, “echar afuera”, para continuar camino con mirada profunda, sin improvisar, saberte POETA.
No he de pasar de largo, la mención a nuestro poeta mayor, Pablo Neruda, cuando en su canto, precisamente a lo ondulante en fuerza y profundidad (como en este caso nuestra Pilar Riveros)
Nos dice: Necesito del mar porque me enseña: no sé si aprendo música o conciencia: no sé si es ola sola o ser profundo o sólo ronca voz o deslumbrante suposición de peces y navíos. El hecho es que hasta cuando estoy dormido.
En Pilar Riveros y su poemario OLEAJES puedo encontrar el “yo” empapada y desnuda cabalgando en la herida, sin que ésta logre vencerla, torcida y sangrante, alcanza altura y crece en el silencio, no cualquiera de ellos, sino aquel que vence todo miedo y tonifica el ser, cuando comparte el viaje, sin importar dificultades.
Se reconoce el miedo y sus tempranos ecos, sin embargo también se muestra la fortaleza de la propia voz.

Rossana Hasson Arellano

Poeta y Crítica literaria

Entrega de Novela a Rosio Fernández, autora de Talcahuano -16 diciembre 2017





jueves, 5 de octubre de 2017

Técnicas, estilo y lenguaje de una obra literaria



A pesar de que estos tres aspectos son realmente inseparables, es conveniente conocer el material básico de manera separada para juzgar con criterio la utilización de técnicas, el estilo y el lenguaje de un autor.

TÉCNICAS

Las técnicas literarias son procedimientos, recursos  y hasta  trucos de que se vale el autor para exponer un contenido; son recursos auxiliares en las obras literarias.  Son procedimientos mayores o más generales y amplios que los del estilo.  Las mismas técnicas son usadas por diferentes escritores.  Existen técnicas poéticas o de versificación, narrativas y teatrales; algunas técnicas se presentan indistintamente en cualquier género.

Para analizar las técnicas, podemos seguir estos pasos:

a) Mencionar las técnicas que utiliza el autor.

b) Sustentar cuándo y cómo las usa.

c) Expresar la conclusión u opinión personal.

Veamos un conjunto de recursos y técnicas que se presentan en las obras literarias y cuya definición podemos encontrar en un buen diccionario de literatura:

Acciones paralelas
Alusiones (literarias, artísticas, culturales, etc.)
Anagnórisis o técnica del reconocimiento
Anticipación o prospección
Apartados
Citas textuales
Contrapunto
Contrastes y simetrías
Desdoblamiento narrativo
Diarios
Enfoque narrativo múltiple
Equívoco
Estructura circular o narración circular
Estructura combinatoria
Estructura en espiral
Estructura lineal, narración lineal o cronológica
Estructuras múltiples
Estructura tipográfica
Fragmentación del discurso
Fluir de conciencia o monólogo interior
Intertextualidad
Laberintos
Memorias
Monólogo o Soliloquio
Motivo guía o “Leitmotiv”
Narraciones telescópicas
Novela-río
Novelas o narraciones interpoladas
Núcleos de contenido
Orquestación narrativa
Peripecias o cambios de fortuna
Personaje colectivo
Perspectivismo
Pinturas de ambientes
Reconstrucción narrativa a través de testimonios
Retratos de personajes o pinturas de caracteres
Retrospección, técnica retrospectiva o “flash back”
Ruptura del orden lineal
Simultaneidad
Técnica autobiográfíca
Técnica de la documentación histórica
Técnica de los personajes en busca de su autor
Técnica de los vasos  comunicantes
Técnica del autor y el lector dentro de la obra
Técnica epistolar
Técnica o convención “autor-editor“
Tiempo circular o cíclico
Tópicos y motivos
Intercalación de formas típicas de otros géneros


ESTILO

Estilo es la manera de escribir o de hablar de un escritor o de un orador, no por lo que respecta a las cualidades esenciales y permanentes del lenguaje, sino en cuanto a lo accidental, variable y característico del modo de formar, combinar y enlazar los giros, frases y períodos para expresar los conceptos.  El estilo es como un sello de la personalidad del autor.

El estilo lo constituyen los rasgos o características peculiares del lenguaje no sólo de un autor, sino también de una obra, de un género, de una época o de una corriente literaria.  Varios escritores pueden usar las mismas técnicas, pero con un estilo personal; de igual manera, los mismos contenidos, temas, tipos de escrito, géneros, etc. son empleados por cada autor con un estilo peculiar.  A pesar de que el estilo es personal, hay estilos colectivos y estilos que pasan de una lengua a otra.

Aspectos que se toman en cuenta al analizar el estilo:

Tipos de estilo: sencillo, medio y grave o sublime (clasificación de los retóricos); claro, confuso, irónico, directo, retórico, complejo, grotesco, mordaz, sarcástico, solemne, festivo, elegante, desgarbado, sobrio, pomposo, florido, preciso, impreciso, recargado, natural, afectado, amanerado, fluido, cortado, prosaico, abrumador, grandilocuente, patético, didáctico, oratorio.
Recursos dela Función Poética o Estética: alegoría, aliteración, anadiplosis, anáfora, antítesis, apóstrofe, asíndeton, cacofonía,  concatenación, encabalgamiento, elipsis, enálage o traslación, epanadiplosis, epíteto, eufemismo, hipérbaton, hipérbole, imágenes visuales, imágenes auditivas, ironía, lítote, metáfora, metonimia, onomatopeya, oxímoron, paradoja, paralelismo, paronomasia, perífrasis, polisíndeton, prosopopeya, reiteración, sarcasmo, símbolo, símil, sinécdoque, sinestesia.
Manera de emplear las técnicas o de tratar el  contenido.  Por ejemplo, la manera de presentar la técnica “autor-editor”, la manera de tratar el tiempo, el escenario, la acción, las descripciones, los diálogos, etc.
Al analizar, debemos explicar cómo es el estilo o cuáles son las  características del estilo del autor (tipos de estilo, recursos de la función poética, manera de tratar las técnicas o el contenido). Luego, debemos sustentar en qué momentos o partes de la obra se expresa determinado estilo, recurso o manera de tratar las técnicas o el contenido.  Para terminar,  agregamos nuestra opinión o impresión personal sobre el estilo.

LENGUAJE

Cuando analizamos este tema, debemos tomar en cuenta las cualidades esenciales y permanentes del lenguaje, las características relacionados directamente con el  lenguaje como sistema común de comunicación; debemos tomar en cuenta  aspectos que no han sido tratados en el estilo y las técnicas.  Veamos una serie de características o rasgos que se pueden considerar:

Niveles de lenguaje o registros: culto, vulgar; literario, corriente, ordinario o común; seleccionado, elevado, difícil, rebuscado; estándar, regional;  tecnicismos, jergas, expresiones coloquiales, lenguaje obsceno, modismos, refranes; lenguaje típico de los medios de comunicación: radio, televisión, cine, periódicos; expresiones o textos de otras obras literarias, canciones, leyendas, rondas infantiles, etc.
Mezcla de idiomas o uso de dialectos
Originalidad, invención
Habilidades especiales del autor
Tipos de palabras, frases u oraciones que se usan con frecuencia
Amplitud o pobreza de léxico
Propiedad del lenguaje
Adaptación del lenguaje a la índole de los personajes
Características de la sintaxis: orden lógico, hipérbaton, repetición de estructuras, palabras o frases.
Interrogaciones, exclamaciones, puntos suspensivos; continuidad o interrupciones bruscas.
Dominio del lenguaje: manejo general de la redacción, corrección idiomática, ortografía puntual, ortografía literal, ortografía acentual.
Al analizar el lenguaje de una obra literaria, realizamos dos acciones básicas interrelacionadas:

1. Explicar las características o rasgos del autor en cuanto al uso del lenguaje.

2. Sustentar con ejemplos del lenguaje de la obra.

René De León Gonzalez

jueves, 21 de septiembre de 2017

La leyenda del Dresden de Andrés Castillo


Reseña
Por 
Lorena Echeverría Sánchez

La Leyenda del Dresden, narra la historia de una batalla que se dio en las costas de Coronel – Chile en los inicios de lo que fue la Primera Guerra Mundial; una batalla naval de la que no se habla mucho, porque es un capítulo de la historia muy poco conocido. El libro nos cuenta cómo Christian y Otto, dos inseparables amigos de origen humilde, deciden emprender una aventura que los lleva a embarcarse en el Dresden, un crucero de guerra alemán, el que a su vez protagonizará la historia del libro, dándose a conocer como el barco fantasma, el cual a su vez encierra un misterioso secreto, volviéndose así: Leyenda.

Es así como a lo largo de las páginas se comienza a desarrollar una historia con datos específicos y reales, pero que está desarrollada de tal manera que, aunque los datos seas históricos y la base del libro sean hechos reales, el lector siente que está dentro de un cuento, de una novela de fantasía, lo cual hace que la crudeza de algunos pasajes se sienta fluir y pasar como un detalle más de las historias que relata el libro. Además, un detalle muy importante y preciso, es que todo el desarrollo del libro está acompañado y complementado con fotografías, lo que hace la lectura mucho más enriquecedora y entrega, al mismo tiempo, esa sensación de historicidad que es parte de la obra de Andrés.

No se puede dejar fuera uno de los toques más cautivadores del autor, que fue mencionar algunas composiciones clásicas en el desarrollo de su historia, como Claro de Luna de Beethoven, la cual para todos quienes se aventuren con este libro, recomiendo poner de fondo a medida que avanzan en la lectura, pues entrega un ambiente propicio para la imaginación, y tal como las fotografías antes mencionadas, complementan de manera única el desarrollo de la historia.


viernes, 19 de mayo de 2017

Portada para AMAZON

CRÍTICA
‘MÁS SILENCIOSA QUE MI SOMBRA’
De Ingrid Odgers
Por Federico Krampack
Al momento que uno comienza a leer la novela ‘Más silenciosa que mi sombra’ de la autora penquista Ingrid Odgers, de inmediato se le vienen muchas imágenes icónicas a la mente: Virginia Woolf, mujeres en problemas, en rígidas bitácoras de vida y acongojadas con el puterío de la realidad chilena diaria, Katharine Hepburn (la fierecilla indomable del cine anterior al Tecnicolor), Frida Kahlo, esa mujer de cómic (con pañoleta roja a la cabeza y el puño alzado) que aparece en las publicidades vintage de un feminismo en pañales que reza YOU CAN DO IT.
Si debiéramos resumir en una sola palabra esta pequeña obra maestra penquista, sería con un agudo, obtuso y chirriante ‘verídico’. Esto es verídico. ‘Más silenciosa que mi sombra’ tiene tantas dolorosas capas de verdad, que parece superar a la ficción. YOU CAN DO IT, Ingrid.
Una mujer furiosa y áspera con la vida nos habla desde la primera página con un ímpetu cotidiano, cercenador, monótono a ratos, con una respiración mecánica que resulta agotadora, pero con una gran luz interior. Del primer párrafo, ya empieza a hablar mal del marido, y a medida que uno avanza en el relato, las descripciones se hacen más explícitas.
Puede sonar un aspecto desconcertante, de carácter feminista, radical (que se puede aplicar también a la teoría de género o la literatura de Simone de Beauvoir), pero lo cierto es que ‘Más silenciosa que mi sombra’ es de todo, absolutamente de todo, además del tono feminista que impregna toda la novela, un feminismo natural que se encuentra en el chip mental de todas las mujeres, pero que muy pocas se atreven a ponerlo en la práctica e incluso manifestarlo, aunque sea en cosas pequeñas, en esos detalles inocuos del diario vivir que, vistos con lupa, están adornados con una buena dosis de anarquismo. Lo que tiene de sobra la novela es una buena dosis de bullicio, griterío interno, descorazonador, y de remezón social como para remover mil lectores de un viaje. No es literatura chilena a la antigua. No es narrativa lacónica y prácticamente romántica, sin ‘barniz’ de mujeres para mujeres, a lo Marcela Serrano o Isabel Allende. Es prácticamente dinamita pura, como bien podría decirse del arte de Frida Kahlo, citando a André Breton: ‘Una cinta alrededor de una bomba’.
Ingrid Odgers es un producto regional invaluable. No está en las grandes librerías del país como una best-seller ni mucho menos es alguien que sale en los avatares del Arte y Letras de El Mercurio, pero PODRÍA estarlo. La bomba aquí se llama ‘realidad’, dura y tóxica de una mujer chilena de edad media que naufraga en la rutina, el estado ruin del mundo laboral y la desesperación en el matrimonio típicamente aburrido y fastidiado, con un marido apagado, prehistórico que sólo busca sexo y comodidad social, y materialista, pero también una realidad tremendamente esperanzadora, a pesar de todo el tono gris, ruin, predecible a ratos y decadente que tiene (en apariencia) la novela.
Desarrollada en un ambiente chileno cotidiano en la ciudad de Concepción, y narrada en su totalidad en primera persona, ‘Más silenciosa que mi sombra’, de primeras, pareciera moverse con un tono oscuro, incluso hasta amargo, a través de los pensamientos, broncas y anhelos de Verónica, su trepidante y analítica protagonista, pero a medida que avanza el relato va tomando un tono menos lúgubre y más vívido.
Del blanco y negro paulatinamente va pasando al color, al fuego, al lenguaje soez, al lenguaje del cuerpo, al discurso del cuerpo, en un tono carnal y cotidiano, sin ser esteta ni mucho menos barroco, sino real, sin mayores adjetivos, sin mayores adornos ni trampas de narración, algo que se agradece pero que también se critica enormemente, puesto que carece de hipérboles o de metáforas que podrían haberse aprovechado más aún dado el carácter furibundo de la protagonista. La descripción a ratos parece simple, desganada, pero quizás ese mismo aspecto algo lánguido del estilo en que está narrada la historia, sea el espectro de la misma protagonista, un espectro fúnebre, demacrado y que va a tono con la historia que pasa por toda la oscuridad y rabia posible hasta encontrar pasajes de luz y de fe.
El modo en que se relata ‘Más silenciosa que mi sombra’ es de carácter puramente personal, a modo de diario de vida, sencillo, íntimo y desprovisto de elementos estéticos propios de la novela. Se evitan las descripciones explícitas, las analogías o componentes que parecieran ser muy decorativos y hasta prescindibles. Los días de la semana (tan debidamente marcados al inicio de cada capítulo) nos da la sensación de que nuestra protagonista vive cada día bajo un sistema totalitario y que las sorpresas no serán algo muy corriente dentro del relato, puesto que todo el tono es demacrado, tedioso, agotador, la protagonista se ve cansada siempre, y la rabia contenida se siente en todos los capítulos.
Si hay un aspecto que destacar notablemente del trabajo de Odgers, es su maravilloso y tallado nivel de sexualidad y de sufrimiento debidamente marcado y narrado, pulcro, fino y desprovisto de tabúes, que para muchos (como este servidor) les recordará dos célebres ejemplos desde ya por la temática y el telón de fondo: la ‘Madame Bovary’ de Flaubert y ‘La señora Dalloway’ de Virginia Woolf.
Aunque son referentes extremos de la literatura y que parecieran estar a años luz de la obra aquí expuesta, tanto por influencia como por estilo, lo cierto e indudable es que Odgers recoge elementos básicos de la literatura inglesa y francesa que de alguna manera logró encapsular la terrible realidad social que escondían las mujeres de la época (y en realidad, de todos los tiempos inherentemente); y principalmente de la obra de Woolf a través de la insistente, atrevida (y en ciertos pasajes, hasta molesta) narración de detalles y labores cotidianas. ‘A las nueve en punto llega el ogro, me mira, me pide un café, se mete a la ducha, se viste rápido, de un trago se toma un café y abre la puerta de calle al tiempo que dice ya…’
De por sí, la sola descripción de actividades y gestos en seguidilla, como un rito impuesto, despiertan en el lector una sensación de hastío tremendo, un sopor diario que se hace tedioso, una rutina que se hace cada vez más espantosa, algo que logra transmitir de manera excelente su autora. El tono decadente y de impotencia logra poner la piel de gallina y más aún sabiendo que la historia puede perfectamente adecuarse a la realidad chilena.
En lo personal, Odgers y su obra me recordaron mucho a la película ‘Las horas’ (efectivamente basada en una obra de Virginia Woolf) del director Stephen Daldry, donde el personaje de Julianne Moore (la que está ambientada en plena era de la post guerra en EE.UU.) pasa por similares estados que la protagonista de ‘Más silenciosa que mi sombra’. Su mundo es una burbuja donde el ser mujer y esposa no es más que una brutal sentencia de muerte (o de vida), su felicidad se ve truncada por la falta de apetito por el amor y la fe, no tiene deseos de seguir edificando esa ruin bitácora de levantarse y saludar al marido y prepararle dignamente el desayuno, atender a su hijo y además tener en cuenta que está embarazada nuevamente.
Ese mismo retrato de la protagonista de la película, está perfectamente amoldada al personaje de Verónica acá en la novela; es una mujer tremendamente acongojada, furiosa con el mundo y su papel, su sexo, el por qué le tocó esta realidad y no otra, por qué a mí, por qué esto. Verónica, de por sí, representa de manera inconsciente muchas realidades chilenas de la mujer contemporánea: la mujer puesta en una burbuja social donde su voz no hace eco, ni como esposa, ni como madre, ni siquiera como mujer.
En el caso de ‘Madame Bovary’, el hecho de que aquí se repita el mismo parangón de la mujer reprimida y encerrada en un receptáculo de rol mujer-esposa-madre, no es casualidad. Ya lo había escrito Flaubert: ‘Un hombre, por lo menos, es libre. Puede pasar por todas las pasiones, recorrer los países, saltar los obstáculos, hincar el diente a los más exóticos placeres. Pero una mujer está continuamente rodeada de trabas. Inerte y flexible al mismo tiempo, tiene en contra suya tanto las molicies de la carne como las ataduras de la ley. Su voluntad, igual que el vuelo de su sombrero sujeto por una cinta, flota a todos los vientos; siempre hay algún anhelo que arrebata y alguna convención que refrena’. El personaje de Emma en la obra del francés, se enamora de otro hombre y así empieza una cadena de acontecimientos que rompen la santa estructura del matrimonio y las apariencias que, aún en esa época del siglo XIX, aún no eran tabúes completamente rotos.
Aquí Verónica, el personaje de Odgers, en su viaje desesperado de querer huir de la infelicidad, se enamora de no sólo uno, sino de dos hombres, de uno más que otro, que sin embargo reflejan el mismo pesar del que su protagonista huye: uno de sus amantes representa todo lo nocivo que ella no quiere, el compromiso excesivo, la lealtad a fuego, ese ‘berrinche’ de sentimentalismo que nadie anhela en una relación pero que se hace presente indiscutiblemente. Y el otro que, fatídicamente, no logra concretarse por el destino, el destino que nos roba lo más preciado y que nos hace valer como nunca. Y nos hace aprender.
Rabia, sociedad, opresión, sexo, hijos, amigas, degradación, frustración, mujeres, hombres, matrimonio, aburrimiento, trabajo, género, roles, perdición, emancipación, amor, odio, esperanza, liberación. En los catálogos del American Film Institute se acostumbraba anunciar una serie de conceptos que se relacionaban directamente con la obra audiovisual o la obra literaria en que se basaba. En el caso de ‘Más silenciosa que mi sombra’, sería una cadena de conceptos similar a las de arriba: todos drásticos, fuertes, listos para explotar, para indagar. Con la mente y los sentidos abiertos. Un gesto noble.
La marcada geografía que empapa el relato (por el origen de su autora), logra ceder aún más veracidad, una verdad carnal que se consolida cuando relata ciertos lugares o venas de la ciudad de Concepción, como si fuese la palma de su mano. Las calles roídas, la citación de los cafés antiguos, el frío, las plazas, el verde, el mar, el aire, son todos elementos urbanos típicos que logran demostrar una fuerza tremenda y que además son la lectura del carácter pedregoso y con ansias de libertad que tiene su protagonista, más aún si un lector que lee la novela es de la región.
Además la vorágine que sufre Verónica realizada muchas veces con sus amigas por las noches, de alguna manera, rompe con el prejuicio de que mujeres maduras vayan a lugares típicos de entretención y juerga, sino que frecuentan bares alternativos de música electrónica y rock e, incluso más atípico aún, discotecas de ambiente gay lésbico, donde se desdibuja el género, la vestimenta, los modismos, el lenguaje y los estereotipos sexuales de cajón, y su protagonista, como en pocos pasajes de la novela, se ve enfrascada en una realidad considerablemente diferente y fascinante, aprendiéndola a valorar por su naturaleza radical y poniendo a juicio su propia realidad, observando con otra lupa el mundo.
‘Tengo un día; si lo sé aprovechar, tengo un tesoro’, decía Gabriela Mistral. Aquí, Odgers constantemente trata de aprovechar los días y las noches, a medida que avanza el relato, cuando comienza a resquebrajarse de su angustioso sitial y pone todo en duda. Todo.


Una novela como ‘Más silenciosa que mi sombra’ nos lleva a despojarnos de un retrato sano y aceptado de relaciones sexuales matrimoniales a la vieja usanza chilena y sentimental, sobretodo en el género femenino. Podemos ver a Calígula, las películas de Ingrid Bergman, de Woody Allen, el programa de la doctora Polo por televisión, pornografía barata, leer poesía violenta o al Marqués de Sade, a la Isabel Allende, a Pía Barros, tener en cuenta las más audaces ramificaciones posibles en el arte y la literatura sobre erotismo y sexualidad, lo más radical posible, pero siempre lo más sanguinario y difícil de digerir será lo que tengamos a metros nuestros y en su estado más sutil y peligroso: la cotidianeidad misma. Y lo doloroso que es tener que vivir una vida marcada por el aburrimiento y el fastidio diario, pero con una gran luz esperanzadora hacia el final, enfrentando los peores miedos: el miedo al qué dirán, himno nacional de nuestro comportamiento criollo, y el miedo a la vergüenza frente a toda una sociedad.
El mismo título de la obra contribuye a enfrentar esos miedos: la sombra de uno(a) jamás nos dejará, pero delata todos nuestros fantasmas que nos persiguen a diario. Y uno, como dueño de esa sombra, aprende a guardar silencio. Más del que debe. Para ver qué espectáculo seguirá.
Una novela como la de Odgers, nos invita (más en particular a las mujeres chilenas contemporáneas de edad media, casadas, heterosexuales, despojadas de todo pasatiempo e incluso de tiempo para ellas mismas) que se miren en un espejo y vean si todo está en orden o no, si todo está como quisieran o no. Es, a mucho atrevimiento, la novela más cruda y sensata sobre la falta de amor en una relación que se supone que ante los ojos de la sociedad y de Dios es íntegra y sacrosanta, que haya leído en mucho tiempo.
‘Más silenciosa que mi sombra’ de Ingrid Odgers hiere el sexo y el amor, pero también los eleva a un estado de desamparo total, de éxtasis que sólo se puede experimentar con la pérdida de un amor y la confusión más turbadora, de no saber si estamos actuando correcta o incorrectamente, si es deleznable, si es corrupto, si es viable, si es posible, si es imaginable que una mujer en la madurez de su vida, pueda tener otra oportunidad de ser feliz, con o sin hijos, con o sin marido. Aunque, en realidad, ¿qué debiera importar tanto considerando el caótico y variopinto estado actual del mundo?


Federico Krampack
Poeta y narrador