PRÓLOGO
Ya
no somos vírgenes, es una novela de la escritora chilena Ingrid Odgers, donde
nos ofrece un acercamiento hacia la realidad de muchas mujeres, no sólo de este
siglo, sino que ha existido desde siempre, agazapada, escondida, al acecho de
un momento para revelarse: el lesbianismo. Respecto del término que alude a la
condición femenina de sentir atracción hacia mujeres en lugar de hombres,
prefiero introducir la palabra lesbianidad porque este sustantivo es femenino,
el morfema de sustantivo"dad" le confiere la altura que tienen
palabras como "libertad", "individualidad" que aluden a valores
o a condiciones, en lugar de "lesbianismo" que decanta en un sufijo
compartido por patologías o defectos.
El
lenguaje de la novela dista mucho del grotesco registro al que recurren los
autores para presentar los textos que giran en torno a la homosexualidad con el
fin de reclamar terreno para su voz, con lo cual caen en una redundancia que
diezma dos veces la obra: le resta belleza, la arroja al fango de la vulgaridad
y cae en lo innecesario -todo lo innecesario en un texto es ripio que le impide
elevarse-. La obra de Odgers recorre todos los estratos lingüísticos,
convirtiéndose en un cuadro armónico de discursos exigidos cuando se transporta
a lo filosófico, lo antropológico (logra una proeza que le he visto a Kundera y
a Sartre: hacer entender al lector incipiente conceptos de muy alto nivel) y a
la vuelta de página, un verbo sencillo; de pronto, nos ubica en medio de una
calle chilena, de la mano de ismos criollos del país que le aportan sabor,
cercanía e identidad territorial al texto.
Una
protagonista inteligente, femenina, que despierta a la vida en el momento
cuando le abre la puerta a la verdad contenida, amordazada en su corazón es
nuestra narradora. Una voz poética fundida en la entrega de un amor puro como
el cristal entre una mujer a otra, es quizás una apuesta escasamente hecha,
pero real tanto en Ya No Somos Vírgenes como detrás de muchas puertas que
resguardan hogares no sólo chilenos, sino del mundo nos presenta los
acontecimientos narrados. Sí; poesía y narrativa juntas en esta novela; como
juntas pueden abordar la vida dos mujeres.
Odgers
apela a la ficción del género para apuntar un dardo necesario a un blanco que
cada día es más esquivo: la inclusión verdadera de la lesbianidad como una
condición más del ser humano. En tal sentido, es necesario hacer un alto y
señalar lo expuesto por la autora en las palabras preliminares de su texto: la
novela no contó con apoyo de los fondos destinados a la edición y publicación
del libro, no por insuficiencia estética o por inconsistencia temática o mal
manejo del género; sino porque el tema "no es de interés".
Es
increíble que sea, precisamente, el círculo de intelectuales chilenos,
encargados de guardar, difundir y nutrir el acervo cultural del país a través
de la inclusión de ideas nuevas, destrucción de paradigmas, rompimiento de
esquemas, llamado a la revolución de los cánones sociales que se circunscriben
sobre la subyugación de la manifestación limpia, buena y armónica de la
humanidad la que se haya manifestado -no sé si en pleno- en contra de la
difusión de una obra cuyo tema central es el amor en toda su dimensión sólo
porque quienes lo mantienen entre sí son dos mujeres.
El
machismo está presente en todas las esferas, es lamentable, pero cierto. Sin
embargo, me resisto a pensar que prevalezca en las decisiones que tienen que
ver con lo artístico y lo intelectual, lo humanista por encima de lo que debe
evaluarse en una obra literaria. ¿Quién tiene autoridad para saber si un tema
es o no de interés? Suena a chisme de matinal de televisión, a opinólogos y
agoreros de poca monta, no a producto de una deliberación seria, ajustada al
argumento narrativo, estilo, discurso, armonía, propósito y mensaje del texto.
El
machismo se desborda desde que la existencia, protección y trascendencia de la
literatura concerniente a la homosexualidad masculina es- hasta- protegida. Las
mujeres tenemos negado, incluso, ser homosexuales. Nuestra obra no se difunde
si no es de amores convencionales, de borrachas, de meretrices venidas a más,
de femicidios, de la mujer llorona, de la presidiaria, del hombre homosexual.
Obra sobre mujeres poderosas o lesbianas son "ideas que no cuajan" en
el país.
La
novela de Ingrid Odgers es revolucionaria en el sentido que nos presenta, no a
la lesbianidad como una condición marginada, sino al amor marginado. El amor
que viene con dos nombres de mujer. No es un discurso que se arrastra con el
objeto de apelar a la bondad del lector para que lo levante, reflexione y
"se compadezca", como generalmente ocurre con los textos de índole
homosexual. Ya No Somos Vírgenes viene cargada de una idea expuesta de la forma
más digna, sobria, impecable.
La
tromba poética que se desata en los momentos de intimidad es turbadora, hija de
Safo de Mitilene, poeta griega de la antigüedad: siglo VII AC, cuya procedencia
-isla de Lesbos- y la leyenda que la grandeza de su poesía erigió sobre ella y
el amor profundo que sentía hacia la mujer derivaron en el nombre de
"lesbianismo" como condición particular amorosa en que una mujer se
brinda como pareja a otra y que yo prefiero denominar "lesbianidad".
En su poema "A Una Amada" se rinde el aliento y la tranquilidad del
pulso:
"Paréceme
a mí que es igual a los dioses/ el mortal que se sienta frente a ti
y
desde cerca te oye hablar dulcemente/ y reír de esa manera tan encantadora.
El
espectáculo derrite mi corazón dentro del pecho,/ Apenas te veo así un
instante, me quedo sin voz/ se me traba la lengua.
Un
fuego penetrante surge enseguida por debajo de mi piel./ No ven nada mis ojos y
empiezan a zumbarme los oídos./ Me cae a raudales el sudor./ Tiembla mi cuerpo
entero.
Me
vuelvo más verde que la hierba./ Quedo desfallecida y es todo mi aspecto/ el de
una muerta.
Y
de Abu Nuwas, poeta musulmán del siglo VII, cuya voz lírica es homosexual y
profundamente sensual, amorosa. Hay que tener horchata por sangre si al leer a
Abu Nuwas no se estremece la piel:
“El
hombre es un continente, la mujer es el mar. Yo amo mejor la tierra
firme". Frase ampliamente utilizada hoy por hoy./ "Un muchacho te
tiende la mano con la copa/ y te habla con la voz de una gacela joven/ criada
por nodrizas que extremaron su educación./ ¡A ti entrega sus riendas al sorber
el vino,/ para ti la embriaguez desata su cinturón!/ Al acariciarlo te cautiva
con sus encantos,/ te vuelve loco, hace saltar tu corazón./Emborrachado, alza
su grupa con dificultad/ y se menea como una palma bajo la túnica/ caminando
hacia ti, deshaciéndose en seducción".
O
si al adentrarnos en el lirismo empleado por Erika, la protagonista de la
novela Ya No Somos Vírgenes, para manifestar la magnitud de los sentimientos
cuya génesis ocurre en el encuentro físico con su amada no se desmaya el alma:
"nuestras
lenguas juegan al compás de nuestra galopante ansia de amarnos, nos tenemos la
una a la otra y más allá de ese instante donde los rayos efervescentes de la
pasión y el fuego de la excitación se confunden, se abre el paraíso para
nosotras, nada importa".
Nótese
que los dos textos citados anteriormente al de la escritora chilena pertenecen
a la era antigua y fueron no sólo publicados, sino inmortalizados a través de
los tiempos. Miles de años después, en nuestra era, sirven de ejemplo para
ilustrar lo que hace un buen poema al lector: lo seduce, lo convence, lo
embriaga, lo perturba. No significa que hayan tenido vidas planas, carentes de
dificultades; sin embargo, lograron trascender a través de sus vidas y;
especialmente, de su obra literaria. No concibo real el trato que esta novela
ha recibido de los jueces -eruditos- en letras chilenos al impedir la difusión
de este trabajo no por su calidad; sino por prejuicios individuales.
El
tema del libro no es de interés. Pienso en muchas de mis alumnas como mujeres
de lucha, mucho más valientes que sus madres y que sus abuelas. Andan de la
mano y se exponen al señalamiento de todos -incluso de hombres homosexuales-.
Yo misma, profesora, escritora, poeta, crítica no señalo, pero he callado ante
una verdad enorme e importante porque le atañe a mi género.
El
tema del libro no es de interés. Imagino tantas mujeres que se cuestionan, que
tienen miedo de mostrarse al mundo tal como son: hermosas, valientes,
poderosas, limpias, dignas, madres de familia, ejecutivas, pobres, ricas; pero
con un destinatario de su amor que las condena: una mujer igual que ellas.
El
tema del libro no es de interés. Pero el Papa Francisco I -que Dios lo bendiga-
se pronuncia y dice: "si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena
voluntad, quién soy yo para juzgarla. El Catecismo de la Iglesia Católica
explica y dice que no se deben marginar a esas personas y que deben ser
integradas en la sociedad", además: “la Iglesia hace suyo el
comportamiento del Señor Jesús que en un amor ilimitado se ofrece a todas las
personas sin excepción”, y “toda persona, independientemente de su tendencia
sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto”. Aunque a
muchos les pueda doler, se trata del Papa de la Santa Iglesia Católica, Vicario
de Dios en la Tierra, de acuerdo a mi Fe.
El
tema no es de interés. Pienso en los guardias que arremetieron contra dos
jóvenes mujeres porque iban de la mano y se dieron un beso dentro de una tienda
de retail.
La
novela de Odgers no pretende formar parte de un género distinto al de novela
contemporánea; sin apellidos -homosexual, lésbica-. No se sustenta sobre el
lobby gay ni pretende invadir o convertir al lector. Sino presenta la mujer
lesbiana como heredera natural de un espacio que le es vedado dentro de una
sociedad dentro de la cual nace, se desarrolla, se reproduce y muere sin haber
vivido ni existido; por lo cual debe responsabilizarse y enrolarse en las filas
de las que han de ser acribilladas con los índices de quienes las rodean,
comenzando por sus familias, porque son las valientes que determinan marchar en
la vanguardia.
Es
una novela en cuyo interior se desarrollan varios temas, no sólo el de la
sexualidad de la mujer lesbiana, sino también el papel de la mujer en la historia
de la humanidad, de la historia de Chile, cómo se produce la involución y el
deterioro de las relaciones humanas dentro de una relación marital en la cual
uno se erige porque pisotea a la otra. La herencia del silencio y la rigidez
estructural en la sociedad chilena tras la dictadura. La angustia de sentirse
al margen de una ley que no está escrita en ninguna parte, pero es más cruel y
lapidaria que cualquiera jamás escrita: Mujer: no amarás a la mujer; hombre: no
amarás al hombre. La muerte que nos da cuenta de nuestra fugacidad en la vida.
La situación económica de los ciudadanos de un país que destila progreso y
abundancia: la cesantía creciente y la dificultad de salir de ella después de
los 40 años. La diferencia entre pololeo y matrimonio y la violencia de género.
Que
esta novela sea disfrutada por personas provistas de buen criterio y altas
miras de lo artístico; por encima de toda inclinación personal.
Mío
Araujo
Poeta
Profesora
de Literatura
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